
La economía mundial se prepara para vivir un año de subidas de precios. En estas primeras semanas de 2017, todas las grandes casas de análisis coinciden en señalar que la inflación repuntará y tocará máximos de un lustro en los mercados desarrollados.
El repunte de los precios no es malo en sí mismo, aunque puede poner en peligro más de una cartera de inversión. Para evitar que el alza de los precios se ‘coma’ la rentabilidad de un portfolio, una de las alternativas es invertir en activos físicos, como por ejemplo el ladrillo.
“Tener una exposición directa a los activos reales permite garantizar la obtención de unas rentabilidades atractivas a largo plazo, mejorar la protección de la cartera frente a la inflación y reducir los riesgos de caídas. Entre los activos reales se incluyen los metales preciosos como el oro, las inversiones inmobiliarias directas y las propiedades agrícolas”, añade la gestora de BNP.
¿Y por qué sirven de protección? En lo que se refiere al sector inmobiliario, la respuesta es que en muchos países los alquileres están indexados a la inflación, lo que significa que las rentas aumentarán a medida que lo hagan los precios y, como consecuencia, también lo hará el valor de la propiedad.
En España, al menos, la inversión en activos inmobiliarios ha ido ganando protagonismo en los últimos tiempos como alternativa a las escasas rentabilidades que ofrecen productos seguros como depósitos bancarios o deuda pública, penalizados por un mercado de tipos de interés en mínimos históricos.
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